Todo comienza cuando quieres llamar a una empresa transnacional en un país x, por ejemplo a Telefónica en España, para reclamar cualquier cosa de las miles de posibilidades que tienes para reclamarles siempre. Marcas el teléfono de atención al cliente, por el que tienes que pagar más que una llamada local. Comenzamos bien. Escuchas pacientemente a la operadora grabada y oyes las 8 opciones que tiene que darte. Marcas el 7 para descartar otras super ofertas de películas y paquetes de los que no te puedes escapar y luego el 4 para comunicarte con alguien que por favor esté vivo y que, sin lugar a dudas, recibirá toda tu esponjiforme molestia. Apenas alguien dice “hola, le habla R.M. de servicio al cliente, ¿en qué puedo ayudarle?” reconoces el acento chileno inconfundible. Sigues hablando como si no hubiera nada qué decir al respecto.
Después de 19 minutos de llamada nada ha sido resuelto, sólo una promesa de que antes de 72 horas vendrá ‘un técnico’, de otro departamento, a mirar la conexión. Pasan 6 días y nadie ha venido ni ha llamado. Nuevo intento al mismo teléfono. Otra vez la grabadora, las opciones y la necesidad de putear a alguien. Otra vez alguien con acento chileno…
No es que todas las operadoras de España sean chilenas (o argentinas), es más bien el genial fenómeno moderno que consiste en que las empresas han llevado al extremo la premisa de ‘abaratar costos’ externalizando a otros países sus servicios de atención. O sea, que Latinoamérica está llena de colcenters que trabajan para empresas transnacionales gringas y europeas. ¿Qué se saca con eso? De más a menos: Las empresas probablemente ganan el doble al pagar la mitad o menos por cada hora de trabajo a cada trabajador(a). Las personas ‘clientes’ no siempre se enteran cuando se les deriva de uno a otra operador(a) atravesando continentes y, al igual que antes, nadie les resuelve demasiado y a cada llamada hay alguien distinto que no reconocerá que existe un problema previo. Y los trabajadores de estos colcenters, gracias a la gran flexibilidad laboral y a la mano de obra barata de nuestros países, trabajan de forma precaria y viven de noche haciendo como sí estuvieran en el país del sujeto con quien hablan.
Para terminar, dos brillitos: El caso de un trabajador de un colcenter en Argentina para EEUU, quien durante todo el tiempo que trabajó ahí era obligado a decir en perfecto inglés “Buenos días/tardes/noches, usted está hablando con John de Texas, en qué puedo ayudarle?”. El otro a cargo del Citibank, que cuando se enteró que el monto que le pagaba a un trabajador por un mes de trabajo en Barcelona servía para pagarle a un trabajador por un año en India, además de asegurarse un perfecto inglés british, desmontó todo y trasladó más de la mitad de la empresa hacia tierras hindúes.
Como decía L algunos cientos de post atrás, hemos desplazado los límites tanto que ya no se perciben. Tanto, que para el discurso oficial de un país sigue pareciendo siempre beneficiosa la inversión de una empresa extranjera a cualquier costo humano. Incluso al costo de un trabajo perverso que va consolidando que la ‘atención a otros’ no sea más que una suerte de esclavitud disfrazada de buen servicio, desde un país ‘en desarrollo’ hacia otros, los mismos de siempre, que siguen teniendo el mundo en una mano.
sábado, 3 de noviembre de 2007
Bendita esclavitud moderna
Publicadas por libélula electrónica a la/s 10:13
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1 comentario:
Predicción: La convivencia entre la maximización de la ganancia y la calidad de vida del trabajador/consumidor no durará.
Las batallas del futuro serán entre lo existente y lo no existente.
Saber quien prevalecerá, el humano o la empresa, es responsabilidad de nosotros.
Tal como neo detuvo las balas, diga NO
Vota con la billetera.
NO TE FUMO es la consigna.
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