martes, 13 de noviembre de 2007

Maestro Longaniza


Las máximas autoridades del gobierno y la oposición se tomaron de las manos, como los tres chanchitos desobedientes de la canción, pero no se fueron a pasear si no que firmaron un acuerdo para reformar la educación. Entre otras cosas, el acuerdo garantiza la derogación de la tristemente célebre LOCE, define la creación de una Agencia de Aseguramiento de la Calidad Educativa, fija nuevas exigencias para los sostenedores de establecimientos educacionales, y establece la prohibición de seleccionar alumnos por rendimiento o recursos hasta 6º básico.

Yo, usando como única herramienta el sentido común, creo que todo esto es una demostración al más alto nivel de que el problema no tiene arreglo. Veamos algunos silogismos. Los profesores ganan poco dinero. La mayoría de las personas quiere ser ABC1. Siendo profesor no vas a ser ABC1. Hay otras carreras mejor pagadas, que permiten ser o seguir siendo ABC1. La mayoría de las personas con un buen puntaje en la PSU, según los parámetros oficiales las más capacitadas, entran a las carreras mejor pagadas o más prestigiosas. Estas dos últimas condiciones casi siempre son sinónimos. Es decir, pocas de las personas con mayores capacidades estudian para ser profesores. En consecuencia, en nuestra sociedad los profesores están lejos de ser nuestros mejores talentos, porque esos talentos estudiaron carreras mejor remuneradas. Muchos de los que estudian pedagogía lo hacen como una segunda o tercera opción, siendo personas frustradas desde el día que se matricularon. Si los profesores no son en su mayoría profesionales de excelencia, no hay manera de que la mayoría de nuestros estudiantes desarrollen al máximo sus talentos.

Y entonces, si esos profesores son los que educan a nuestros hijos, ¿realmente creen que alguno de estos acuerdos y reformas va a mejorar la calidad de la educación?

Nuestra sociedad no valora a los educadores, porque en el libre mercado que con tanto orgullo mostramos al mundo, las profesiones se valoran en pesos. Valoramos a los médicos, a los abogados, a los ingenieros. Valoramos a los actores guapos, a los rostros mediáticos creibles, a los animadores del Festival de Viña. Valoramos a los senadores, a los diputados, a los notarios y al conservador de bienes raíces. Todos ellos son profesionales prestigiosos y bien remunerados. Un profesor, en nuestra sociedad orgullosa de sus tratados de libre comercio, es un peor es nada.

Y no me vengan con eufemismos, frases hechas o cuñas de segunda mano.

Link al acuerdo (PDF). Links a la notica en El Mercurio, La Tercera y La Nación

1 comentario:

Anónimo dijo...

No solo no valoramos a los profesores sino que peor aun, incluso las primeras personas que tiene contacto en los momentos mas decisivos del desarrollo de tu hijo, los educadores de parvulos. Que se te viene a la mente cuando piensas en un estudiante tipo de educacion parvularia?