Watson, Manson, Wagner: Una Eterna Trenza Inevitable

James Watson descubre la doble hélice del ADN, pero también afirma que los negros son más tontos que los blancos y que las embarazadas deberían tener derecho a abortar si supieran que su hijo será homosexual (como nos cuenta libélula electrónica en el post anterior).

Richard Wagner compone varias óperas monumentales, y de paso influye a músicos desde Mahler y Debussy hasta Williams y Rammstein, pero por otro lado afirma que los judíos son un elemento foráneo dañino en la cultura alemana y que los músicos judíos hacen composiciones artificiales para lograr el éxito y la fortuna pero no son capaces de lograr verdaderas obras de arte.

Me parece que, sin quererlo, tendemos a pensar que los genios de la razón son siempre razonables y que los genios de la belleza siempre producen belleza. Luego descubrimos que no es así ni nunca lo ha sido, porque la razón siempre es parcial y porque la belleza siempre es una excepción.

Creo que, a la larga, las obras son independientes de quienes las producen. En principio no todos estarán de acuerdo con esto, pero basta hacer el ejercicio de imaginar la humanidad en cinco o diez siglos más. Probablemente la música de Wagner será valorada en forma independiente del resto de Wagner, tal como escuchamos música medieval sin que en ese acto nos importe si el autor era un ser despreciable. Probablemente los descubrimientos de Watson sigan un camino similar. Entonces, ¿por qué no podemos hacer el mismo ejercicio ahora? Wagner era antisemita y Watson racista y homofóbico, y en mi lado del mundo todo eso es sinónimo de ser descerebrado, pero eso no influye en mi valoración sobre la estructura del ADN o sobre El Anillo de los Nibelungos.

En el mismo sentido, mi valoración de Helter Skelter no cambia porque Charles Manson haya decidido usarla como banda sonora para asesinar a Sharon Tate en un rito macabro, ni mi valoración de Libre cambia porque Bigote Arrocet haya decidido cantarla en homenaje a Augusto José Ramón Daniel López. Hay que asumir que las cosas siempre son más complicadas de lo que nos gustaría, y que en la mierda de las vacas también puede crecer el cucumelo.