El caso es que hay gente tan inteligente para algunas cosas y tan torpe para otras, que a veces no son capaces de percibir sus propias estupideces. Y si ese alguien tiene poder, y ese poder es científico, más torpe se pone. Estoy hablando del premio Nobel de medicina James Watson, que destaca por haber sido uno de los pioneros en el descubrimiento del genoma humano (dígase ADN).
Este señor, que muy brillante ha de haber sido durante gran parte de su vida para trabajar con muestras, tubos y gente de blanco en laboratorios, opina con entonación y certeza científica en temas que claramente rebasan su campo. Por ejemplo, ha dicho que los negros son inferiores en inteligencia, que tienen un instinto sexual más desarrollado (supongo que a eso asociará que estén más cerca de los animales), y que las políticas de desarrollo nunca surtirán efecto en África porque “la inteligencia de los africanos no es como la nuestra”. Sin embargo todo aquello no lo ha dicho con prueba científica alguna, sino más bien aludiendo a que “cualquiera que haya tenido un empleado negro lo sabe”. Hasta aquí el señorcito este.
¿Qué hacemos cuando aparecen estos especímenes? ¿Tomárnosla con humor y pensar que es una especie en agradable peligro de extinción o suponer que hay muchas más preocupantes variaciones de individuos detrás del “tipo puro” de James Watson?
Hace sentido que las diferencias culturales, sociales, políticas y económicas muestren un abismo entre las posibilidades y capacidades de un grupo respecto de otros. No estaría tan equivocado entonces en eso respecto a que políticas que hacen unos (blancos) en sus escritorios no sirven necesariamente para desarrollar a otros (negros), por múltiples razones. Y esto obviando el concepto de “desarrollo”, cuya discusión da para una tesis. Lo que no hace sentido es que esas diferencias se transformen en elementos comparativos bajo criterios de superioridad o inferioridad, como deja entrever este señor blanco, inglés y científico, si en esas estamos.
Al día de hoy estamos ciertos de que la tecnología amplía posibilidades y, por tanto, conlleva preguntas de orden ético que siguen estando en el tapete. De las más positivas han sido la mejora de enfermedades, así como su detección, como en el caso de mujeres que llevan embarazos de niños con problemas genéticos, malformaciones y enfermedades que ponen en riesgo su vida y la de la madre. Aunque en algunos de estos casos la mejor solución ha pasado por un aborto asistido, la posibilidad de conocer las condiciones en que vienen los nenes se ha transformado en una carta de prevención importantísima. Sin embargo, la prevención de enfermedades (con riesgo y limitaciones físicas) es una cosa muy diferente a la posibilidad de “prevenir a una mujer”de la posibilidad de tener un hijo homosexual, como alguna vez ha manifestado el doctor Watson. Suena cliché, pero la discusión sobre hasta dónde llega la libertad del ser humano no tiene límites.
Probablemente le tocó vivir otra época, el siglo pasado, el de la modernidad con su auge y decadencia. Probablemente le tocó vivir también el boom científico como si hubiera sido un camino al cielo. Pero lo cierto es que al día de hoy sólo puede ser catalogado de un anciano racista, homófobo y quien sabe qué más bajo el amparo rígidamente religioso de la maestra ciencia. De esos que tienen que existir para que podamos alimentar nuestras convicciones, nuestros blogs y seguir creyendo que avanzamos en algo.
Este señor, que muy brillante ha de haber sido durante gran parte de su vida para trabajar con muestras, tubos y gente de blanco en laboratorios, opina con entonación y certeza científica en temas que claramente rebasan su campo. Por ejemplo, ha dicho que los negros son inferiores en inteligencia, que tienen un instinto sexual más desarrollado (supongo que a eso asociará que estén más cerca de los animales), y que las políticas de desarrollo nunca surtirán efecto en África porque “la inteligencia de los africanos no es como la nuestra”. Sin embargo todo aquello no lo ha dicho con prueba científica alguna, sino más bien aludiendo a que “cualquiera que haya tenido un empleado negro lo sabe”. Hasta aquí el señorcito este.
¿Qué hacemos cuando aparecen estos especímenes? ¿Tomárnosla con humor y pensar que es una especie en agradable peligro de extinción o suponer que hay muchas más preocupantes variaciones de individuos detrás del “tipo puro” de James Watson?
Hace sentido que las diferencias culturales, sociales, políticas y económicas muestren un abismo entre las posibilidades y capacidades de un grupo respecto de otros. No estaría tan equivocado entonces en eso respecto a que políticas que hacen unos (blancos) en sus escritorios no sirven necesariamente para desarrollar a otros (negros), por múltiples razones. Y esto obviando el concepto de “desarrollo”, cuya discusión da para una tesis. Lo que no hace sentido es que esas diferencias se transformen en elementos comparativos bajo criterios de superioridad o inferioridad, como deja entrever este señor blanco, inglés y científico, si en esas estamos.
Al día de hoy estamos ciertos de que la tecnología amplía posibilidades y, por tanto, conlleva preguntas de orden ético que siguen estando en el tapete. De las más positivas han sido la mejora de enfermedades, así como su detección, como en el caso de mujeres que llevan embarazos de niños con problemas genéticos, malformaciones y enfermedades que ponen en riesgo su vida y la de la madre. Aunque en algunos de estos casos la mejor solución ha pasado por un aborto asistido, la posibilidad de conocer las condiciones en que vienen los nenes se ha transformado en una carta de prevención importantísima. Sin embargo, la prevención de enfermedades (con riesgo y limitaciones físicas) es una cosa muy diferente a la posibilidad de “prevenir a una mujer”de la posibilidad de tener un hijo homosexual, como alguna vez ha manifestado el doctor Watson. Suena cliché, pero la discusión sobre hasta dónde llega la libertad del ser humano no tiene límites.
Probablemente le tocó vivir otra época, el siglo pasado, el de la modernidad con su auge y decadencia. Probablemente le tocó vivir también el boom científico como si hubiera sido un camino al cielo. Pero lo cierto es que al día de hoy sólo puede ser catalogado de un anciano racista, homófobo y quien sabe qué más bajo el amparo rígidamente religioso de la maestra ciencia. De esos que tienen que existir para que podamos alimentar nuestras convicciones, nuestros blogs y seguir creyendo que avanzamos en algo.
2 comentarios:
wena!
Guachita, ya te había dicho que soy tu fan... pero además me encanta ver cómo leemos las mismas noticias y nos llaman la antención los mismos temas. Ésta me indignó de sobremanera y te agradezco tu escrito... me sumo a tus comentarios!!!
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