Nicolás Copano, un talentoso -aunque un poco acelerado- creativo multiformato, publicó una columna en El Mercurio a propósito de Wena Naty. Para los que no vivan en este lado de la sopa, Naty es una chica de 14 años que fue grabada por unos amigos mientras le chupaba el pene a uno de ellos (disculpen la falta de eufemismos cursis), y desde que el video empezó a circular por Internet ha sido noticia por diversas razones.
Copano, de 21 años, se toma el trabajo de analizar el fenómeno, y si bien su punto de vista es interesante y confirma que no tiene aire en la cabeza (como muchas personas de 0 a 120 años), tengo la impresión de que es él a su vez víctima de la generación de nativos digitales que describe.
Dice Nicolás Copano, Los “nativos digitales” tienen otra perspectiva. La gente mayor de 35 creció creyendo en eso del periodismo “objetivo” que le muestra una realidad inamovible al público. Post Internet eso resulta una falacia. Aclaremos: la veracidad de los hechos siempre será una sola, lo que hace la red es sincerar las posturas, porque toda información siempre se entrega desde un punto de vista. Y post Internet las interpretaciones ya no se pueden escudar en trucos lingüísticos.
Discrepo de la opinión de Copano, y creo que este mismo blog es una prueba de lo contrario, escrito en su mayoría por personas en torno a los 35 años. Yo, por lo menos, nunca he creído en el periodismo objetivo ni menos que la veracidad de los hechos siempre será una sola. Al postular como falaz lo primero y absoluto lo segundo, no hace más que dejar en evidencia la línea que lo une con el resto de las generaciones (y no la brecha que los separa, como él parece creer). Precisamente lo que, creo yo, ha dejado en evidencia esta época en que cualquiera puede publicar cualquier cosa, es que no existe una verdad absoluta. Los hechos son percibidos por humanos que tienen una telaraña de ideas preconcebidas en la cabeza, y que por lo tanto los hacen filtrar en forma inconsciente lo que ven, escuchan y leen. Por ejemplo, un cristiano fundamentalista que cree honestamente que el mundo empezó hace 12 mil años, y que Noé convivió con los dinosaurios como posteábamos ayer, va a percibir hasta el evento más pequeño desde una perspectiva radicalmente distinta. Que queda entonces para el momento en que lo procesa, lo discute y lo comunica, o para cuando percibe fenómenos de mayor magnitud.
Gente que cree honestamente -y no por conveniencia, que es otra historia- en el periodismo objetivo, ha existido y probablemente siga existiendo siempre. Gente sin tiempo o sin interés para formarse su propia opinión, y por lo tanto para darse el trabajo de acercarse lo más que pueda a las fuentes, siempre va a depositar su confianza en filtradores que lo alimenten con una realidad procesada. Llámese Mega, llámese El Mercurio, llámese The Clinic, llámese Canal Copano, o llámese Disorder.cl, son distintos equipos dentro del mismo juego. Internet facilita un poco más la utopía de jugar al juego que uno quiera, pero siempre serán pocos los que quieran perseguir esa olla al final del arcoiris.
Dice Nicolás Copano, Wena Naty es a la sexualidad adolescente lo que la “revolución pinguina” fue a la política: la materialización de una realidad que crece ajena a los discursos oficiales, y a través de sus propios canales de información.
Buena comparación con la revolución pinguina, precisamente porque ni un fenómeno ni el otro me parecen demasiado interesantes. La revolución pinguina no fue más que una excepción que confirma una regla: que tal como están las cosas, la educación no va a ser nunca mejor ni su acceso más igualitario. ¿Qué consiguieron realmente los pinguinos, además de extender la vigencia del pase escolar, unas cuantas becas para la PSU y ser la cuña del día? ¿O acaso por pagar menos en el metro los Domingo y poder dar la PSU, alguien va a mejorar su educación? El problema les quedaba grande, como le queda grande a casi todo el mundo desde la Presidenta hacia abajo.
Misma cosa con Wena Naty. La sexualidad, adolescente o geriátrica, siempre ha ocurrido fuera de los discursos oficiales. Y lo va a seguir haciendo. No porque se convierta en la noticia del mes, como lo fue el matonaje escolar el mes pasado y así hacia atrás, va a cambiar algo de fondo. Mi impresión es que, por el momento, Internet ha logrado masificar los mismos fenómenos que han venido ocurriendo desde siempre, pero no hay aún un cambio cualitativo en esos fenómenos. Es decir, antes habían menos adolescente chupando penes y ahora hay más, antes eran menos los adolescentes que se atrevían a experimentar con uno u otro sexo y ahora hay más, pero al final del día todos ellos se convertirán en los mismos adultos de siempre. Les pasó a los adolescentes de los años 20, les pasó a los adolescentes de los años 60, y ahora les está pasando a estos adolescentes. Los pokemones del futuro probablemente terminarán convirtiéndose en material para que ganen plata las Tías Eva del futuro, e Internet aún no va a ayudar a cambiarlo.
Las sociedades humanas son tan interesantes precisamente por su increible capacidad para adaptarse a los quiebres más impresionantes, y seguir siendo la misma sopa de siempre. ¿Qué pasó con los anarquistas de los años 20? ¿Qué pasó con los jipis de los años 60? ¿Alguien podría decirme si el mundo es realmente distinto 80 o 40 años después de esos quiebres? ¿Cuántos de los jipis siguen participando en orgías? ¿Cuántas de las Natys seguirán chupando penes cuando se hayan casado -de facto o legalmente- y tengan que pagar créditos e ir a reuniones de apoderados?
Todos tienen la necesidad de vivir épocas únicas, y muchas en algún sentido lo son, pero el verdadero cambio aún está por verse. Y no es por ser pesimista, pero dudo que Copano, Naty, los líderes de la revolución pinguina o los colaboradores de este blog estemos aquí para vivirlo.
(*) La foto la saqué de aquí
sábado, 29 de septiembre de 2007
La brecha generacional
Publicadas por L a la/s 14:45
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