Ya parece chiste. Escribo una pequeña nota sobre un cardenal, y ahora todo parece tener que ver con la Iglesia Católica. Salvo que se adelante el juicio final, no vuelvo a hablar del tema ... esta semana.
Según dice Reuters, el Vaticano lanzó hoy una línea aérea para peregrinos católicos. Tal como lo leen. "Es un viaje espiritual," explicó Francesco Gherra, uno de los peregrinos que abordó el vuelo inaugural del lunes, en el que el cardenal Camillo Ruini, ex líder de los obispos de Italia, ofició de anfitrión. Tan espiritual como el dinero que desembolsarán los 150.000 peregrinos que espera servir el Vaticano por año en su Boeing 737 fletado, administrado por Mistral Air, de Italia. ¿Qué favor le hacen a los peregrinos si Ryanair, como dice la misma nota, ofrece algunos de los mismos recorridos por menos costo? Ya sé, los aviones de Ryanair no están repletos de logos del Vaticano en los apoyacabezas y uniformes de las azafatas. Un punto para el avión del Papa. ¿Seré sólo yo el que piensa que si volviera el mundialmente famoso Jesucristo, echaría a todos estos mercaderes a patadas?
lunes, 27 de agosto de 2007
Los mercaderes del templo volador
Publicadas por L a la/s 15:06
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3 comentarios:
Mientras leí tu comentario recordé situaciones similares que he podido observar.
Por ejemplo, en algunos países asiáticos monjes budistas y sintoístas, entre otros istas, han adoptado la práctica de ofrecer alojamientos con desayunos espartanos acompañados de plegarias y cánticos a cualquiera sea la dividad de turno, además de tranquilidad y paz en entornos que verdaderamente incitan la reflexión.
Es que las iglesias no pueden escapar a dos tendencias paralelas que están condicionando su solvencia financiera, y en consecuencia, el bienestar de sus miembros. Por un lado parece ser que los fieles han perdido devoción lo cual se ve reflejado en donaciones más escuálidas; por el otro lado parece también que ninguna organización, independientemente del fin que la motiva, puede darse el lujo de ignorar técnicas comerciales que les ayuden a sobrevivir.
¿Podemos pedir a los mandamases de las iglesias del mundo que renuncien a las nuevas formas de generación de dinero que ofrece el mundo actual? Creo que no estarían de acuerdo con nuestra petición, nunca lo han hecho.
Varias cosas me llaman la atención en este tema:
- El borroso (o tal vez inexistente) límite entre la supervivencia y el lucro. Creo que la corrupción y la mafia son características que hemos desarrollado como especie, y por lo tanto son casi consecuencias naturales del instinto gregario.
- La turbia imagen que tienen los mecanismos de las iglesias evangélicas para obtener fondos de los fieles, versus la en general limpia imagen que tienen las de la iglesia católica
- La opción natural por privilegiar la subsistencia a la integridad. En teoría, algunas organizaciones deberían desaparecer antes que convertirse parcialmente en máquinas de generar dinero, si sus principios estuvieran encima de su instinto de supervivencia
Pero eso tiene otro peligro, que es que cualquier organización sin fines de lucro, por llamarlas de alguna forma oficial, hasta la más hippie ONG, se enfrenta, antes de nacer, a la amenaza que significa "crecer", a las necesidades que tiene "una empresa" en el sentido neoliberal, a los procedimientos que ocupa para ser más organizada y eficiente... y sin querer las palabras que la definen cambian, y giran desde los más marginales discursos hasta los más oficiales, porque la "entidad" crece, se visibiliza, hace redes, genera algunos poderes específicos y compite con otras con nuevas normas. Y el punto es que, si no compite, muere (nadie lo conoce, ergo nadie le cree). El mejor ejemplo es el Hogar de Cristo, el único reducto un poco más hippie de la iglesia y, sin embargo, compite con una eficiencia brutal en el mundo de la "ayuda a los pobres", y en este caso es la donación más absoluta, la caridad en su mejor cara, la que se vuelve una empresa. Aunque yo no comulgue con esa forma de dar, es eso malo, antiético, poco procedente? Cada vez me queda más claro que todos tenemos nuestro precio.
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